Sí, lo afirmo de manera rotunda: todos tenemos una que nos impide ganar más dinero. Me estoy refiriendo a la capacidad de aguante, o dicho de otra manera, la incapacidad de poner determinados límites con las personas, y no ya en nuestras empresas, sino en general en nuestra vida.
Y es que si hay una «enfermedad» que nos aqueje a todos en mayor o menor medida esa es la del «buenismo»… ahora permito que se aprovechen de mí y luego lo mismo. El origen de esa «enfermedad» está en la falsa creencia de que si das eres bueno y si no das eres malo, sin tener en cuenta para nada dónde y a quién estás dando (mi abuela decía que no se hizo la miel para la boca del asno…), cuando en realidad de lo que se trata es de aprender a dar cuando la ocasión y las personas lo merecen y a establecer un equilibrio que te haga sentirte a gusto contigo mismo entre lo que DAS y lo que RECIBES.
Si no paras de DAR y se te olvida establecer los mecanismos necesarios para RECIBIR lo que realmente mereces, sentirás que no paras de esforzarte una y otra vez y que no eres lo suficientemente bueno porque no recibes lo que consideras justo, entrando en un círculo vicioso que puede ir menoscabando poco a poco tu autoestima y haciéndote perder incluso la confianza en ti mismo. Esto suele ocurrir cuando no paras de DAR lo mejor de ti a personas que no van a corresponderte jamás, bien porque no están preparadas para ello, bien porque tienen la cara más dura que el cemento «armao» que se dice.
Lo que suele ocurrir en el fondo, es que te autoengañas de alguna manera pensando que algún día se darán cuenta, algún día lo valorarán y no paras de darte cabezazos contra la pared. Además este patrón suele repetirse tanto en lo económico como en lo afectivo por una sencilla razón: ambas cosas tienen mucho que ver con lo que llamamos tener éxito en la vida y suelen ir de la mano.
Y por si fuera poco, hay un factor añadido y es que en todo ese círculo vicioso no paras de alimentar uno de los miedos más peligrosos que puede haber en esta vida porque nos atenaza a la escasez y nos impide avanzar hacia lo que realmente deseamos: el miedo a perder.
Pero, ¿cómo equilibrar esa balanza?
El equilibrio lo da una tercera variable que es la que realmente marca tus límites: lo que PIDES. Y es fundamental que tengas claro cómo hacerlo para no tener sorpresas. Grábate esto a fuego: pedir no es decir lo que uno quiere sino decirlo y demostrar que lo quieres y eso pasa por decir NO de manera clara a lo que no quieres. Vaya trabalenguas, ¿eh? Te lo explicaré de otra manera. Si pides abundancia pero luego te conformas con cualquier cosa y sólo dices sí a las migajas, lo que estás haciendo es demostrar que lo que quieres son las migajas y más migajas te llegarán. Pide y se te dará…dice el dicho, pero ojito a lo que dices que sí cuando recibes, porque el Universo tiene mucha guasa y te va a dar más de lo mismo a la que te descuides. Las migajas en todo caso sólo pueden ser la excepción, nunca la regla, y han de tener una razón de peso que te satisfaga realmente.
Dicho esto, como ves es importante que tengas muy claro cuáles son tus límites, qué estás dispuesto a tolerar y qué no y a ser posible tenerlo claro de antemano, aunque no siempre es posible porque siempre hay situaciones nuevas que se nos escapan y que a priori no sabemos medir sus consecuencias salvo cuando las sufrimos en nuestras propias carnes. Pero no pasa nada, porque eso forma parte del juego. Así que tómatelo como un ejercicio de ajuste continuo.
Mi truco: cada vez que se me da una situación inesperada a la que no he sabido poner límite sigo estos pasos…
- Me permito cabrearme y despotrico en privado para no guardarme la rabia.
- Me permito soltar esa emoción.
- Mido el malestar que me ha generado y lo que me aleja de mi objetivo.
- A partir de ahí decido dónde pongo el límite para la próxima vez y me mantengo firme caiga quien caiga (ésta es la parte que más escuece, pero la que a la larga te dará resultados).
¿Cuándo y con quién es vital que pongas límites?
Con tus clientes
Tu posicionamiento estratégico es el primer límite que tienes que poner, es decir, elige a quién puedes y quieres ayudar y céntrate ahí.
Decide qué regalas y a partir de dónde empiezas a cobrar. Yo por ejemplo, regalo una parte de mi conocimiento en artículos como éste que estás leyendo. Son pequeñas píldoras que regalo con gusto para que puedas valorar mejor todo lo que puedes aprender conmigo.
Ahora bien, sólo ayudo a resolver dudas específicas de su negocio a los clientes que pagan por mis programas. Si no lo hiciera me estaría haciendo un flaco favor a mí misma ya que estaría tirando por la borda todo el esfuerzo, en tiempo y dinero que he invertido y sigo invirtiendo en aprender una serie de disciplinas con el fin de desarrollar una profesión de la que quiero y me gusta vivir.
De mí depende el que ponga todo ese conocimiento en valor y la manera de hacerlo es poniendo límites y trabajando para el cliente con el que quiero realmente trabajar: el que se compromete de verdad (hace lo que dice que va a hacer), el que está dispuesto a hacer un esfuerzo en tiempo y dinero por mejorar y crecer, el que no pierde el tiempo porque valora el mío y el suyo, el que decide ir a por todas y pone su confianza en mí para que le ayude a conseguir sus objetivos…el que, en definitiva, me permite darle lo mejor de mí misma y aprender aún más gracias a él.
Dicho de otra manera, con ese cliente me dejo los cuernos porque sencillamente se lo merece.
Como norma general, huye del «cliente» aprovechado que sólo busca lo gratis y trata de exprimirte, porque sencillamente no es un cliente.
Igualmente huye de clientes informales que te hacen la vida imposible y no valoran tu tiempo. Valora si te compensa el dinero que te pagan frente a los disgustos que te dan. No consientas la falta de compromiso ni la informalidad.
Con tus socios y colaboradores
En el caso de socios y colaboradores tienes que tener claros dos tipos de límites.
- Los que tienen que ver con vuestros roles y responsabilidades.
- Ten muy claro cuál es tu objetivo y no te embarques en proyectos que te propongan y que te desenfocan. Estar en un sin fin de proyectos por no saber decir que no o por no tener claro lo que realmente quieres hacer en la vida, es otra forma de perder dinero.
Con tu plantilla
Elige muy bien a quién quieres tener en tu empresa. Contrata conocimientos, pero sobre todo contrata actitudes. Elige a los mejores, a los que se implican, a los que conectan con tu manera de entender tu negocio. Valora su trabajo con dinero y reconocimiento.
Siempre te puedes equivocar a la hora de elegir y por eso son importantes los períodos de prueba. No sólo por ti, sino por la persona que entra a trabajar contigo porque puede que también tú no cumplas sus expectativas. Esa persona que contratas también tiene sus límites y la cuestión es que los suyos y los tuyos sean compatibles. De la misma manera, no permitas que te tiemble el pulso para prescindir de aquellos que no están dispuestos a contribuir al bienestar del equipo ni al crecimiento de tu empresa. Para eso es importante que previamente hayas dejado claras cuáles son las reglas en términos de lo que esperas de las personas que trabajen en tu empresa y de lo que ellas pueden esperar de ti. Te ahorrarás muchos disgustos.
Como norma general, no te olvides del principio GANAR-GANAR. Se trata de que el otro gane y tú también, de lo contrario algo está fallando…
Por último, sé coherente y si pones tus límites entiende que los demás también pongan los suyos. Están haciendo lo mismo que tú: valorar su tiempo y su esfuerzo. Respétalo.
Si aún no has conseguido vivir de tu negocio te sientes estancado o no sabes ni por dónde empezar, apúntate ahora a mi comunidad para seguir recibiendo contenidos como éste y aprender trucos y herramientas, tanto de superación personal como de estrategia de negocio, con las que darte la claridad y motivación que necesitas para lograrlo. Llévate este entrenamiento de regalo de bienvenida.
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4 comentarios en «Saber poner tus límites, garantía de éxito»
¡Muy buen artículo!
Pero efectivamente «la parte que más escuece» es la difícil. Sobre todo cuando tratas de poner límites pero son obviados y mucha veces lo dejas por puro agotamiento….
Gracias, David!. Cierto, no es fácil. En esos casos no queda otra que virar el timón. Es otra forma de poner límites y en efecto la más dura y difícil, pero a veces absolutamente necesaria.