Hablemos de moscas. Seguro que se te ha metido alguna que otra más de una vez en casa y seguro también que la pobre mosca no paraba de darse de cabezazos contra el cristal. En ese momento tienes dos opciones:
- Le arreas con un objeto contundente para la mosca y no contundente para el cristal, pongamos un cojín, para directamente cargártela.
- Abrir la ventana para que la mosca salga libremente.
En ambos casos el objetivo que persigues es el mismo: librate de la puñetera mosca.
Si optas por la primera opción, no hay más que hablar. Si te has cargado la mosca, deshazte de su cadáver y si no te da pena matar moscas ni siquiera tendrás remordimientos.
Si optas por la segunda opción seguro que te ha pasado lo siguiente: la mosca se empeña una y otra vez en darse contra el cristal en vez de salir por el camino que le has abierto. Es como si quisiera salir por el cristal, ¿verdad? Incluso tratas de guiarla para que vaya hacia la salida y no hay manera.
Pues bien, por mucho que presumamos de ser seres más inteligentes que las moscas, funcionamos igual que ellas. Sí, nos ponemos un techo de cristal para avanzar hacia lo que queremos en la vida. ¿Que no te lo crees? Verás, esto funciona así… por mucho que la situación del entorno que te rodea sea complicada, lo cierto es que una vez que has conseguido quitar toda la broza y ver claro no consigues traspasar el cristal al otro lado del cual se encuentra aquello que quieres agarrar y hacer tuyo: TU ÉXITO, entendiendo por éxito aquello que te hace feliz.
Ese techo de cristal que te pones no tiene que ver necesariamente con la dificultad del mercado o la competencia. Ese techo de cristal eres tú y tu resistencia a cambiar tus patrones internos de funcionamiento que tienen que ver con la educación que has recibido, los referentes de los que te has nutrido a lo largo de tu vida y las experiencias de vida que te han impactado y a las que te has quedado anclado de alguna manera convirtiéndolas en dogma de fe «made in yourself». Dicho de otra manera, te autosaboteas continuamente poniéndote pegas, echando balones fuera y culpando al maestro armero de lo que te sucede, cuando en realidad la causa de no materializar tus logros depende únicamente de dos motivos:
- Por algo que tú mismo hiciste.
- Por algo que dejaste de hacer.
Hicieras o no hicieras lo cierto es que fue consecuencia de un pensamiento que te llevó a tomar una determinada decisión, porque la vida es eso, una sucesión de decisiones continuas y diarias que te llevan a explorar y crear un mundo de posibilidades o a no crearlas.
Aterricemos todo esto un poco más para poder desmontarlo.
Si no crees en ti, ¿quién va a creer?
Cuando piensas que los demás son mejores que tú y ni lo intentas o lo intentas sin convicción, te estás poniendo un techo de cristal. Cuando tienes miedo a no conseguirlo o lo que es lo mismo, no crees que puedas lograrlo, te estás poniendo un techo de cristal. Cuando tienes miedo de no estar a la altura para resolver los problemas de tus clientes, estás siendo perfeccionista y te estás poniendo un techo de cristal. El resultado en todos los casos es que estás postergando, la mejor manera de autosabotearte.
Cuando haces las cosas sin convicción es difícil que fructifiquen y eso te va a generar doble frustración y al final es una pescadilla que se muerde la cola.
Cambia lo de que los demás son mejores que tú porque son diferentes y como primer paso para empezar a creerte que lo puedes conseguir empieza a creer que eres capaz de encontrar la manera de conseguirlo. Freddy Mercury tardó años en lograr el éxito y formó parte de numerosos grupos que pasaron sin pena ni gloria hasta que llegó al éxito rotundo con Queen. El resultado es que a pesar de su muerte hace ya varios años, hoy en día sigue vivo. Si no hubiera creído en sí mismo y confiado en su talento no lo hubiera logrado jamás.
Creer en ti es, muchas veces, el último paso que tienes que dar para alcanzar el éxito. Cuando te vengas abajo, aquí te cuento algunas recetas que funcionan.
Adaptarse al cambio no significa cambiar continuamente de tercio
Seguro que te ha pasado alguna vez. Lanzas algo, no funciona y automáticamente piensas que lo que has hecho es una castaña. A lo mejor necesitas que esa castaña madure o envolverla de otra manera para que funcione. Pero no, decides lanzar una nuez y así vas cambiando continuamente de tercio mareando al personal y mareándote a ti mismo (y hasta a las moscas ya que estamos)
Es típico al inicio de un negocio. A mí también me pasó en su momento. Pones un anuncio de algo, haces una acción de marketing y piensas que ya está. Pero al igual que adelgazar no es cosa de la purga Benito, por mucho que anuncien pastillas milagrosas, y requiere constancia en hábitos de alimentación sana, empezar a cosechar logros es cuestión de perseverar en querer conseguirlos creyéndotelo y hacer ajustes sin perder tu esencia.
Persevera en el intento. Coca Cola en su primer año sólo vendió 25 botellas. Saca tus propias conclusiones.
El patrón de la escasez
Como dice Wayne Dyer, la abundancia no es algo que adquirimos, es algo con lo que sintonizamos. Si no eres capaz de visualizar cómo será tu vida con tu negocio funcionando es porque no estás sintonizando con el logro, con el éxito, con tu felicidad, porque te has creído que sólo puedes llegar hasta un punto, porque has dado con tu techo de cristal, el mismo que el de la mosca.
Al final todo es una cuestión de foco. Si te enfocas en ver posibilidades generarás más y un porcentaje de ellas se materializará en resultados. Ese porcentaje será mayor a medida que vayas afinando el tiro y entrenando tus habilidades. Si por el contrario, te enfocas en ver fracaso, oportunidades perdidas, posibilidades que se esfuman, será difícil no ya que las posibilidades se materialicen en resultados, sino que cada vez serás menos capaz de generar posibilidades nuevas.
Nunca tenemos garantía de nada porque el mundo está en continuo movimiento y cada vez más, pero lo cierto es que la suerte aparece sólo cuando la buscas y estás preparado para recibirla.
Volviendo a la mosca del inicio de este post, a partir de ahora, cada vez que veas una mosca dándose de cabezazos contra un cristal, piensa que puedes ser tú, así que agarra un objeto contundente no para cargarte a la mosca (¡el suicidio no vale!), sino para el cristal. Tus opciones son dos: o confías en que puedes volar saliendo por la ventana tan ricamente (lo cual es cierto), o te cargas el cristal para seguir volando. El resultado en ambos casos es el mismo: o vuelas, o vuelas.
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1 comentario en «Moscas y cristales»
Muy buena la metáfora. Cuando vea una mosca en los ventanales de mi espacio de trabajo seguro que me lleva a chequear lo que estoy haciendo. Muchas gracias.